martes, 21 de diciembre de 2010

Cinco artículos de noviembre

La cuestión de revisar la bibliografía se está convirtiendo ya en una tarea sobrehumana , de tanto y tan interesante que se publica cada mes.
Paradójicamente el pasado mes de noviembre la historia electrónica y sus aplicaciones parecieron suscitar el interés de algunas de las grandes revistas, pero desde diferentes puntos de vista.
No ocultamos en este blog nuestra debilidad por Trisha Greenhalgh y sus investigaciones, que tan a menudo cuestionan la moda dominante. Lleva una línea sumamente interesante en relación con la evidencia respecto a las  historias clínicas electrónicas. En el BMJ publica un trabajo respecto a la adopción o abandono de registros electrónicos personales, evaluando el proceso de toma de decisiones  y la implementación en las organizaciones del NHS,a través de un método mixto, empleando un estudio de caso multinivel ( Greenhalgh es una experta en el empleo de metodologías cualitativas para el análisis de instrumentos organizativos). Como es habitual los políticos sanitarios de turno esperaban que la historia clínica electrónica personal ( Health Space)  llevaría al empoderamiento de los pacientes, personalizaría la atención, disminuiría los costes , mejoraría la calidad de los datos y ( por supuesto) la disponibilidad de la información. Pero a pesar de los beneficios que podría tener a priori los pacientes lo perciben como un instrumento que ni es útil ni fácil de usar y que responde escasamente a sus expectativas. Menos de 100 de 30000 pacientes mostraron interés en ello. La conclusión es demoledora: a menos que este tipo de registros se alineen claramente con las actitudes y necesidades de los pacientes por un lado, y las rutinas organizativas e incentivos existentes para los clínicos por otro, las posibilidades de abandono o escasa adopción son grandes.
Por si no fuera suficiente, otro trabajo , también en el BMJ, que analiza el proceso de implantación de la historia clínica electrónica en los hospitales del Reino Unido, de un grupo de investigadores de diferentes instituciones ( Universidad de Edimburgo, Universidad de Londres, London School of Economics, Universidad de Nottingham, Imperial College y Burton Hospital NHS Foundation Trust) , concluye que este proceso es inevitablemente largo, muy complejo, y requiere tanto flexibilidad como una cuidadosa adaptación local.
Al otro lado del Atlántico las dudas no son menores. La implantación de registros electrónicos cuenta con la dificultad añadida de que allí no existe “papa estado” para financiar el proceso. Es interesante leer una magnífica editorial de los Annals of Internal Medicine que dice cosas como ésta: “la historia electrónica debería ser utilizada como un instrumento para sustentar la curiosidad clínica y el pensamiento crítico en lugar de un medio para expedir información clínica sin sentido…¿Queremos que los historiadores médicos del siglo XXIII se pregunten por qué los médicos de nuestra época  rellenaban los registros clínicos de documentación repetitiva e irrelevante? Michael Barr, el editorialista, alerta sobre los peligros del “corta y pega” del que tanto se abusa en este tipo de registros, y cuestiona el creciente uso de planillas automatizadas, generados automáticamente, muy fáciles de cumplimentar , pero que implican el riesgo a dejar de escribir verdaderas historias clínicas, “narraciones” de una dolencia.
Pero no todo son artículos sobre el “lado oscuro” de la tecnología aplicada a la información clínica. Bellón en Atención Primaria pone de manifiesto las posibilidades inmensas que suponen las bases de datos poblacionales alimentadas con los registros de los médicos generales, como por ejemplo es el caso de los General Practce Research Database ( GPRD), en los que todo el mundo se beneficia: los generalistas con un informe periódico de su práctica además de un pequeño incentivo, y los investigadores con un enorme arsenal de información explotable. No es de extrañar que acudan a él investigadores de dentro y fuera del Reino Unido, que posteriormente aportan un importante conocimiento publicado en revistas con alto factor de impacto
Buen ejemplo es el trabajo de un grupo de investigadores españoles  de Zaragoza que publicaron en New England usando THIN ( otra base de datos alimentada con registros de GPs) un análisis sobre la relación entre uso de anticomiciales y riesgo de intentos suicidas.
Con este tipo de ejemplos , uno se pregunta lo mismo que respecto al AVE:
¿Cómo un país que no es la primera potencia mundial puede ser la primera en alta velocidad? ¿Son los demás tontos?
¿Cómo es que aquí es tan fácil implantar historias clínicas electrónicas y es tan complicado fuera?
Y por último ¿Por qué podemos explotar  las bases de datos inglesas y no las españolas?

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