domingo, 30 de marzo de 2014

La enfermedad crónica más prevalente

“Si los factores sociales influyen en la enfermedad a escala comunitaria, los profesionales de atención primaria deben interesarse por ellos como una parte más de su trabajo, no como un fleco de interés para alguno e ignorado por otros”
Julian Tudor Hart

Las enfermedades crónicas más prevalentes en España no son la hipertensión o la diabetes; se llaman pobreza y exclusión social. Para ellas no existe tratamiento farmacológico, sino político. En ese sentido el gobierno de España y la Troika ejercen bien el papel de agentes patógenos, contra los que es preciso encontrar un tratamiento urgente.
Uno de los reiterados argumentos utilizados para justificar la puesta en marcha de las llamadas estrategias de la “Cronicidad” (espantosa palabra) es el hecho de que las enfermedades crónicas determinan la mayor parte del gasto sanitario ( el 60, 70 u 80% según informes y autores). Primero Starfield y más tarde Efrat Shadmi han puesto de manifiesto sin embargo, que lo que hace a ciertas personas y a ciertas poblaciones más costosas no es tener enfermedades crónicas, sino tener más carga de morbilidad. Y como Shadmi ha demostrado, son las poblaciones más desfavorecidas las que más carga de morbilidad soportan. De hecho  según Venkatapuram las enfermedades es más probable que sucedan y son más severas en este tipo de personas.
En uno de sus últimos trabajos Barbara Starfield insistía en que controlar las enfermedades una a una (como propugnan los modelos de gestión de enfermedades) no reduce las probabilidades de tener otras, sobre todo en las personas más vulnerables, mientras que la  atención primaria de salud si que ha demostrado su capacidad ( cuando se desempeña adecuadamente) en amortiguar el impacto adverso de la inequidad.
Caritas acaba de publicar dos informes fundamentales: The Impact of European Crisis , por parte de Caritas Europe y el documento Precariedad y Cohesión Social elaborado por la Fundación FOESSA. El primero de ellos pone de manifiesto que la crisis y las políticas de austeridad que le siguieron ha afectado especialmente a aquellas personas que ya se encontraban en una situación más desfavorable. En ese sentido se considera que es urgente buscar alternativas a las políticas de austeridad, puesto que están poniendo en riesgo la cohesión social y la propia legitimidad de la Unión Europea. También señala que mantener las políticas de rescatar entidades en bancarrota  a través del esfuerzo de los contribuyentes (con el  ejemplo de las concesionarias de autopistas esta misma semana) es sencillamente insostenible, siendo indispensables implantar políticas justas y equitativas.
En el informe de FOESSA, España ocupa ya el tercer puesto en tasa de pobreza de la Unión Europea ( que afecta a más del 21% de la población)  por detrás solamente de Grecia y Rumania. El número de hogares sin ningún tipo de ingresos se sitúa por encima ya de los 500.000 hogares (alcanza los 700.000 pero se detrae los que reciben algún tipo de ayuda). La tasa de pobreza o exclusión social ( E2020-AROPE) supera el 28%. Señala FOESSA que los procesos de exclusión social se han intensificado por efecto de la combinación del empobrecimiento del mercado de trabajo y de las medidas de recorte de las políticas sociales, medidas ambas diseñadas por los agentes patógenos descritos. El núcleo en integración plena en la sociedad española es ya minoritario; aumentan los espacios de integración precaria y sobre todo de exclusión moderada a severa: 3.8 millones de hogares, 11.7 millones de personas ( más de una cuarta parte) de la población espapñola, están afectadas por procesos de exclusión social, de las cuales 5 millones se encuentran en situación de exclusión severa. La fractura social se ha ensanchado un 45% desde el inicio de la crisis.
Si la pobreza es uno de los principales de terminantes de la enfermedad , tenemos el dudoso honor de ser el segundo país de la Unión Europea con el mayor índice de pobreza infantil, según el informe de Caritas Europe , solo superados por Rumania. Según los datos de EUROSTAT alcanza ya el 29.9%. Mariano Hernán y Antonio Molina describían magníficamente el problema en El Pais el pasado viernes.
Podemos seguir pensando que nuestro papel como profesionales sanitarios debe centrarse en el control de la hipertensión y la diabetes, ya sean reales o imaginarias. Pero conviene no olvidar cual es hoy en España la verdadera causa de sufrimiento y enfermedad. En su magnífica biografía de David Widgery ( Confronting an Ill Society), Patrick Hutt, un médico general británico. señalaba algo que no deberíamos olvidar:
" Los médicos podrían preferir pensar en el nivel de glucemia antes que en las circunstancias de la vida de un paciente. Las razones son evidentes. Habitualmente la ciencia es relativamente simple y rápida, mientras que los asuntos sociales llevan tiempo y energía; los resultados no pueden ser fácilmente medidos. Pero lo social tiene mayor  importancia de la que queremos otorgarle”

4 comentarios:

  1. También Rudolf Virchow tiene algunas citas interesantes: «La medicina es ciencia social, y la política no es otra cosa que medicina en gran escala». Un ingenuo de la política con fines sociales. La célula es el individuo de nuestro cuerpo y una sola célula enferma puede matarnos con un cáncer, por tanto el bienestar del organismo depende del bienestar de cada una de sus células, y lo mismo pasa con la sociedad. Oh, Virchow tiene razón. Dice el ABC que el Gran Wyoming (que además es médico de formación) es rico y por tanto falso en sus propuestas sociales. http://www.abc.es/estilo/gente/20140324/abci-wyoming-hombre-rico-201403211211.html Los médicos con trabajo no somos ricos, pero sí bastante más afortunados que otros trabajadores. Hay quien nos ve a los médicos con demasiados privilegios. Me decía una paciente que si teníamos vocación trabajásemos gratis como las monjitas idealizadas de su asociación, Eso a gritos durante una manifestación de médicos que le había afectado en sus consultas. Veo difícil, en una consulta médica tal y como son, hacer un enfoque biopsicosocial tal y como se ha solicitado en muchas ocasiones. Solucionar algunos problemas pasaría por manejar cierto presupuesto en ayudas sociales, no solo dedicar tiempo a escuchar y hablar. ¿Cómo ser más humano?, Nos dicen que los médicos estamos deshumanizados, tecnológizados, que somos, fríos y nos hemos alejado del sufrimiento de los demás, endiosados en nuestras pruebas, tras nuestras batas blancas. ¿Qué se supone que hay que hacer por los problemas sociales siendo médico? Manifestaciones, votar con conciencia social, darlo todo en la consulta... ¿pagar de tu propio bolsillo 600 euros de una ortesis cuando ves que la familia no puede hacerse cargo?

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  2. Magnífico y objetivo análisis, que suscribo y comparto, pero esta es una realidad oculta por esa venda estatal que impone a modo de Ley del Silencio. Es el "derecho de pernada" que pagamos por tantos fondos Feder, todas las lisonjas que nos ofrecieron ¿a cambio de nada?.
    Tal vez haya algo de verdad en lo que afirma el Dr. Montagud cuando se refiere al Estado: Está en manos de psicópatas.

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  3. Muchas gracias Samuel. Virchow tenía razón. Lo cual no significa que sea fácil desempeñar ese papel. Empezando por tu final , hace meses comenté el caso de Gordy Schiff profesor de Medicina en Harvard que fue expedientado por pagarle a un paciente los 40 dolares que costaba el tratamiento farmacológico ante su impotencia por salir de la maraña burocrática del sistem sanitario americano. Ni se trata de pagar todas las necesidades sanitarias de los pacientes que no pueden permitirselo , ni aún menos trabajar gratos como las monjitas.
    Pero la relevancia e influencia que tiene el médico a la hora de denunciar y hacer explícita la situación no debería ser ignorado con el argumento de que "nosotros no podemos hacer nada".
    Posiblemente la situación no sea equiparable en atención primaria y en los hospitales. El medico de familia tiene un acceso al paciente, su familia y entorno que no tiene el especialista. Y si la pobreza, la privación o la exclusión influye sobre su salud es tambien su deber ético procurar afrontarlo.
    Cuando hasta en Estados Unidos la dimensión comunitaria cada vez tiene un papel más importante dentro de las prioridades de los médicos de familia creo que al menos deberiamos reflexionar sobre cual es nuestro papel sobre todo esto
    Un abrazo

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  4. A veces las cosas son crudamente simples. Nuestros calendarios ya no dedican cada día a un santo sino a una enfermedad, un síntoma más de que la medicina se ha hecho religiosa en el peor de los sentidos. La enfermedad de cada día se “celebra” mediante las correspondientes intervenciones de “expertos” y de portavoces de asociaciones de afectados que coinciden en un discurso que siempre intenta la prevención o la investigación en la dolencia del día.
    Recientemente se celebró el día del cáncer de colon y la insistencia en la necesidad del cribado se manifestó nuevamente, recordando la conveniencia de todos los cribados habidos y por haber: cánceres, hipertensión, glaucoma, incluso Alzheimer.
    Lo cierto es que cada día se cuestionan más esos cribados, siendo ejemplo paradigmático el caso del PSA, pero también el cáncer de mama.
    Tal insistencia en la prevención utópica contrasta con la prevención elemental, consistente esencialmente en poder comer, poder lavarse con agua caliente y poder dormir. Y eso se está haciendo cada día más difícil en España para mucha gente (incluyendo probablemente a un sector de los que quiere castigar el Dr. Rodríguez Sendín).
    Efectivamente, la gran prevención de la enfermedad no pasa por los análisis o las radiografías, sino por la posibilidad de llevar una vida digna.
    Claro que los médicos tenemos un gran papel en eso. No digo yo que se trate de convertirse en santos y dar lo que tenemos a los pobres (en realidad nos obligan a dárselo a los ricos,, que parece mucho peor), pero sí en denunciar lo que está mal y afecta a nuestra sagrada profesión… del modo que cada uno pueda: en los hospitales, en los centros de salud, en la calle, en los blogs, en los periódicos. En compañeros de mi hospital veo algunos afanes excesivos de riqueza y de protagonismo. Pero eso, siendo malo, no es en absoluto lo peor. Lo peor es la tibieza denunciada en el evangelio. Lo peor es la comodidad que, unida a pobres miedos, calla tantas bocas que debieran expresarse.

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